La Pandemia y La Ansiedad Social

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Los trastornos relacionados con la ansiedad social (el miedo a hablar en público, la fobia social y el aislamiento social), son ya un clásico en las visitas a nuestros despachos. Sin embargo, a partir de la pandemia; y más aún, desde el desconfinamiento, desde el final del uso obligatorio de la mascarilla el “permiso concedido por las autoridades”, para volver a la vida social anterior a las restricciones, los casos descritos arriba han crecido de manera exponencial en nuestras consultas.

«No importa lo que te diga la gente, las palabras y las ideas pueden cambiar el mundo» —Robin Williams.

El tener, después de casi dos años de “seguridad”, que exponernos al prójimo, ha provocado   la aparición de cuadros relacionados con la ansiedad social, que habían estado latentes (dormidos), durante esos años de confinamiento y restricciones. Podemos hablar principalmente de tres tipos de cuadros:

1.- Personas que continúan literalmente confinadas en su habitación rodeada de tecnología y megas, con los que interaccionan con una sociedad virtual.

2.- Personas que se sienten incapaces de volver al contacto social (institutos, colegios, puesto de trabajo); y que, en caso de tener, por obligación, que acudir a sus clases y/o trabajo, lo hacen con gran sufrimiento y tienden a evitar el contacto social que no sea “absolutamente imprescindible”.

3.- Personas que previo a la pandemia, no tenían problema alguno en exponerse a sus iguales, pero que a partir del COVID sufren cuadros de ansiedad al tener que exponer sus trabajos en el colegio, instituto o reuniones de trabajo.

En todos estos casos existen una serie de variables, que predisponen a estas personas a padecer esos cuadros; a saber: rasgos de personalidad (como a introversión), falta de habilidades sociales, problemas de autoestima, episodios previos de ansiedad, problemas de bulling, etc. En todas ellas, además, durante estos últimos años, la Pandemia se ha convertido en una excusa perfecta para emitir respuestas de escape y evitación de situaciones sociales. El no tener que exponerse al contacto social y el poder escapar de la interacción interpersonal de forma activa (distanciamiento social), o pasiva (uso de la mascarilla, que permite esconderse tras una máscara), ha reforzado el aprendizaje de este tipo de conductas de escape y evitación y por tanto la no aparición de síntomas de ansiedad.

El desconfinamiento, la vuelta a la normalidad, el tener que dejar de usar la mascarilla, han sido las variables que han precipitado la aparición de estos cuadros en las personas predispuestas a padecer estos cuadros. Así:

1.- Han aparecido gran cantidad de familiares, que se sienten impotentes ante un miembro de la familia, que continúa literalmente confinados en sus dormitorios, con el mínimo contacto social. Hombres, mujeres, adolescentes y niños, que reforzados por la evitación y el escape de la sociedad (a la que ya les costaba trabajo adaptarse); y reforzados así mismo por el propio mundo virtual en el que viven (rodeados de videojuegos, videos de YouTube, redes sociales, etc.), alimentados por el consumo de gigas, han generado una auténtica adición a las tecnologías y viven en ese mundo paralelo de internet, con sus reglas, su falta de compromiso social y desarrollando hábitos de consumo que les permite no tener que pisar la calle, ni siquiera para tener que ir a comprar comida (ya la piden por la red).

2.- Niños, adolescentes y adultos, que al tener que exponerse ante un estrado para exponer un trabajo, una presentación en Power Point en una reunión laboral, comienzan a sentir que tiemblan, se sonrojan, sudan, tartamudean, al percibir que son el centro de atención y experimentan pánico a la evaluación negativa.

3.- Multitud de personas, que evitan situaciones sociales (al principio por miedo al contagio) y más tarde, al tener que hacerlo por haberse levantado las restricciones, se han tenido que exponer sufriendo síntomas de ansiedad (taquicardia, sensación de mareo, sudor, pellizco en la boca del estómago, tensión muscular, náuseas, desrealización, despersonalización). La aparición de este primer episodio de ansiedad les ha hecho valorar como peligrosas y atemorizantes todas las situaciones en las que consideran que este cuadro pueda volver a aparecer y sea visible para los demás estos síntomas y les sea difícil escapar de ellas. Así, huye de colas en los supermercados, evitan lugares con mucha gente (supermercados, bares y restaurantes, autobuses, o simplemente estar en una reunión familiar o con amigos), por miedo a que aparezcan estos síntomas.

Por suerte, la psicología dispone de herramientas y programas para tratar estos cuadros de ansiedad social. Programas cognitivos conductuales que permiten integrar técnicas de relajación, programas de exposición programada, programas de habilidades sociales, programas para trabajar la autoestima y técnicas de reestructuración cognitiva; además de programas para trabajar las adiciones a las tecnologías, ayudan a todos nuestros clientes a vencer este tipo de problemas.

Una atención individualizada, con una correcta evaluación del caso y la implementación de las técnicas y programas adecuados a cada caso, hacen que todas estas personas recuperen la normalidad que nos ha robado la Pandemia.

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